Felices Fiestas
, Paz y amor! les desea Altazor libros y más

miércoles, 21 de octubre de 2009

Ensayo 2

El libro y su rapsódica agonía

"La felicidad siempre es confundida con los recursos que la hacen posible."

Georges Bataille


Mallarmé imaginó el mundo como un libro escrito por un colectivo inmemorial y anónimo que desembocaría en objeto ideal en un futuro. En Mallarmé está presente todavía el pensamiento hegeliano basado en la apuesta al porvenir, aunque el porvenir para el poeta sea apenas otro símbolo. Desde que la humanidad abandonó la comodidad de la escritura conventual (amanuenses, copistas, calígrafos, etc.), entrando en el universo de la imprenta, el paradigma cultural y, en consecuencia, discursivo, se vio modificado. El concepto de modernidad está íntimamente ligado a Gutemberg, a quien propondremos, provisoriamente, como su legítimo creador.
La modernidad fue axiomática, rígida en sus propuestas y totalitaria en sus acciones (las verdades transmitidas y heredadas, como se ha dicho en otro artículo, son parte del discurso del poder), pesada y paquidérmica como las imprentas antiguas. El libro, como objeto, perdió su aura, se desacralizó, convirtiéndose en mera mercancía, en un fetiche que el burgués consume menos por ansias de conocimiento o goce estético que por un liso y llano estar al tanto, es decir, por snobismo. La fungibilidad del libro, cosificación final y denigrante, se evidencia en las mesas de saldo en donde encontraremos títulos de vital importancia para la "Gran Cultura" descartados por los criterios editoriales vigentes. El mercado editorial, como mediador entre el libro y el lector, se ha encargado de banalizar el intercambio hasta anularlo finalmente.
Desde este punto de vista, ya no podemos confiar en el libro. El libro, actualmente, no es más que un objeto venial y superfluo, un bien más que está dispuesto a las más fraudulentas transacciones. El mercado es el rector de toda manifestación cultural que conocemos, la reduce a sus míseros fines con la seguridad que le da el saberse instituido, ser el inmejorable campo de acción para la masa. La publicación virtual como soporte alternativo es, de algún modo, un espacio dedicado a lo fugaz, como fugaces deben ser los discursos disruptivos que vulneren la lógica mercantilista que nos guía. La estética del instante es, sin lugar a dudas, poética y, por lo tanto, subversiva. Los medios virtuales son, si bien parte del orden de mercado, pasibles de fisuras pertinentes. Es un territorio amplísimo para explorar nuevas variantes discursivas que, por su instantaneidad y alcance, nos aparecen como válidas. El libro como refugio o lugar al que arribar para instalarse, se hace cada vez más difuso en su precariedad y en los usos que le da el poder que lo ha absorbido. Ya no hay objetos que contengan discurso, sólo discursos que se imponen como objeto. Piedras discursivas arrojadas desde el promontorio del espíritu.

F.C.

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